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primera historia

Caminos de Humo: La Vida de un Sobreviviente Callejero

Esta impactante historia nos sumerge en la vida de un hombre que desde los 12 años ha encontrado su hogar en las calles.

A través de su relato, conoces el recorrido de alguien que ha vivido al margen de la sociedad durante décadas, enfrentando la dureza del abandono y la lucha constate por sobrevivir.

Su historia esta marcada por el consumo de diversas sustancias, un recurso al que ha recurrido para sobrellevar el sufrimiento, la soledad y el frio de las noches. lejos de ser solo un relato sobre adicciones, esta narración, pone el foco en la resiliencia de una persona que pese a las adversidades, continua existiendo en un entorno hostil.

Nos invita a reflexionar sobre las cosas que llevan a un niño a la calle y sobre las cicatrices que dejan un sistema que a menudo invisibiliza a los mas vulnerables. es una historia cruda, sin adornos, pero profundamente humana.

segunda historia

la selva de cemento

David ha sido siempre una persona que le gusta hacer lo correcto pero un dìa desafortunadamente no quería sentirse uno màs, que no estuviese incluido en un grupo de amigos.

 

Los "amigos" lo llevaron a tantas cosas malas, que a eso se acostumbró tanto que ha vivido diez años en la selva de semento. Sin familia pero con un peludito fiel que no lo desampara y lo protege de todo el que quiera hacerle daño.

tercera historia

la droga mi peor enemigo

Henara Karina Leiva, de 47 años, ha pasado los últimos 17 años de su vida en situación de calle, una realidad que comenzó tras la muerte de su hija, su nieta, hijo y su madre, eventos que impactaron profundamente su vida. La drogadicción jugó un papel importante en estas pérdidas, ya que su hija, quien comenzó a consumir desde los 12 años falleció debido a la leucemia. Aunque Nara también cayó en las drogas, específicamente en el bazuco, su relato está lleno de reflexiones sobre el daño que este camino puede causar, especialmente en la juventud.

Hoy en día, Nara se gana la vida reciclando en las calles y tiene seis hijos, algunos de los cuales han conseguido alejarse de la drogadicción y establecer sus vidas lejos de la calle, trabajando en el campo. A pesar de esto, Nara prefiere mantenerse en la calle, encontrando consuelo en la soledad y en las relaciones que ha construido con otras personas en situación similar.

Su historia es un testimonio de la lucha contra las adicciones y las pérdidas, pero también es un reflejo de la resiliencia y la capacidad de seguir adelante, incluso en las circunstancias más difíciles.

CUARTA historia

La Curiosidad Mató al Gato

En esta impactante historia, Johan, un habitante de calle de 28 años, comparte cómo la curiosidad lo llevó a un camino de consumo y supervivencia en las calles. Originario de Armenia y criado en Bogotá, Johan comenzó a consumir sustancias a los 11 años, iniciando con el cigarrillo y cayendo rápidamente en el bazuco. “Me quedó gustando, y ahí empecé a conocer la calle como es”, recuerda.

Las calles, según Johan, son un mundo duro, despiadado y lleno de lecciones para quienes se atreven a vivir en él. Con una mirada cruda y realista, afirma que “el que se tuerce en las calles, ahí queda”. A pesar de haber intentado recuperarse en varias fundaciones, insiste en que el verdadero proceso de aprendizaje se da en la vida misma, enfrentando la crudeza de la calle.

Su mensaje a los jóvenes es directo y contundente: “Sería mejor que no la probaran, porque la curiosidad mató al gato”. Una advertencia que busca prevenir a otros de caer en el mismo ciclo que marcó su vida desde la adolescencia.

Johan, quien nunca conoció a sus padres y fue criado por su tía, nos muestra una realidad que pocos se atreven a mirar de frente. Su historia es un llamado a la reflexión sobre la vida en las calles y la necesidad de apoyo para quienes buscan salir de este difícil camino.

QUINTA historia

Humo y soledad, la puerta que nunca debí abrir

Fabián es un habitante de calle que lleva 20 años enfrentándose a la adicción. Su historia comenzó en la localidad de Fontibón, Bogotá, cuando las dificultades personales lo empujaron a buscar refugio en las drogas. Tras perder a su pareja y enfrentarse a noches interminables como celador, la soledad jugó con su mente, llevándolo al consumo de pegante, marihuana y finalmente bazuco, del cual no ha logrado liberarse.

Originario de Florencia, Caquetá, y proveniente de una familia de esa región, Fabián ahora se encuentra en Neiva, Huila, donde sobrevive reciclando. A pesar de las adversidades, evita recurrir al robo o hacerle daño a los demás, manteniendo su dignidad dentro de lo posible.

Fabián reflexiona constantemente sobre su situación. Ha pensado en ingresar a un centro de rehabilitación, pero solo si está preparado para comprometerse plenamente. Aunque puede controlar las ganas de consumir durante el día, las noches son su mayor reto, un “gusto culposo” que lo mantiene atrapado en el ciclo de la adicción.

Su historia es un testimonio de la devastación que las drogas pueden causar, pero también de la esperanza de un cambio. Fabián sabe que salir adelante es difícil, pero está dispuesto a intentarlo cuando esté listo para hacerlo de verdad.

SEXTA historia

José, el caminante de la calle

José es un habitante de calle que vive junto a la tienda Montañera en Neiva. Su vida está marcada por los retos del día a día, donde el desprecio de la gente y la lucha constante por sobrevivir se mezclan. Es un reciclador incansable, utilizando lo que encuentra para sostener un consumo diario que lo mantiene atrapado.

Lleva 12 años viviendo en las calles, expuesto al sol, al frío y a la indiferencia. Aunque no le gusta robar ni hacer daño, la vida lo ha empujado a este camino. Ha transitado por varias ciudades, como Bogotá, Pitalito y Armenia, pero el peso de las malas influencias y las malas compañías lo llevaron a esta situación.

Nacido en el Tolima, José tiene una historia llena de errores, pero también de aprendizajes. Desde su experiencia, lanza un mensaje de sabiduría, especialmente para los jóvenes:

“No sigan este camino. Piensen antes de actuar. Las malas compañías y las decisiones equivocadas pueden destruirles la vida. Cuídense, valoren lo que tienen.”

Y a los mayores les deja un ruego silencioso:
“Ojalá algún día alguien me saque de esto, de las calles, de las drogas. Todos merecemos una segunda oportunidad.”

José no pierde la esperanza, aunque su vida sea dura. Su historia es un recordatorio de que detrás de cada rostro en la calle hay una vida, una lucha y un deseo de ser visto y ayudado.

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